La formación profesional para el 2021. Breve estado de la cuestión
Luis A. Cerrón Jorge
Profesor de Intervención Sociocomunitaria. Fuenlabrada
El diseño de la “nueva” Formación Profesional
Aparentemente la Formación Profesional (FP) está en plena ebullición, con un Plan Estratégico para el periodo 2019 – 2022[1], interrumpido por la pandemia y relanzado en el mes de noviembre en una nueva fase; la aprobación de un Plan de Modernización de la Formación Profesional[2], elaborado en pleno confinamiento y dotado con 1.500 millones de euros aprobado en julio; una nueva ley de educación, la Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación[3] aprobada en este 2020 y la promesa de una nueva ley específica de FP realizada por la ministra Celaá[4], así como numerosas intervenciones de la misma en este último mes del año en relación al impulso de la FP Dual, sobre todo a través de una alianza con el tejido empresarial[5].
Aparentemente, porque muchas cosas parecen novedosas, pero no son más que una profundización con mayor o menor acierto en lo que ya teníamos. Debemos recordar que la ley de FP vigente es de 2002[6], y lleva la firma de Aznar. Propone toda una suerte de modelo modular, que ya estaba implantado en muchos países europeos y que comenzó en el Reino Unido (Blas, 2007; Cerrón, 2008)[7]. Hoy en día, mantenemos esta apuesta en España, así como un interés creciente por la FP Dual, también de gobiernos del PP pero seguidos por los más progresistas, siempre a rebufo del sistema formativo que podemos encontrar en otros países europeos, como por ejemplo, en Alemania (Cerrón, 2010)[8] .
Aparentemente porque las intervenciones de la ministra este mes de diciembre han reflejado la idea de que hay una preocupación común por la FP y dando a entender que hay consenso con la misma. Sin embargo, podemos ver mucha distancia en el trecho que va desde las palabras reflejadas en una ley o en una comparecencia de la ministra, a lo que día a día vemos en las aulas y en los procedimientos que se siguen para organizar la FP.
Si observamos los pasos que plantea el Plan para la Formación Profesional, el crecimiento económico y social, y la empleabilidad, en el marco del I Plan Estratégico de la Formación Profesional, para conseguir sus objetivos podemos ver lo que se echa en falta:
- “Reconocimiento y acreditación de competencias profesionales.
- Flexibilidad y mejora de la accesibilidad a la FP y a la orientación profesional.
- Incorporación de la digitalización, la innovación y el emprendimiento en el sistema de FP”.
No vemos referencias a cuidar a los profesores que forman a los alumnos de FP, pues no se habla de inversión en contratación de profesionales, salvo que sea un epígrafe subsumido en otro. El punto 1, como veremos enseguida, plantea sobre todo los problemas de la financiación, porque es una tarea muy clara y relativamente fácil, salvo que es hercúlea, pues hay que hacer pasar por el proceso a unos 12 millones de personas en el país.
Por otra parte, la apuesta por la experiencia laboral, que nos lleva a los sistemas de “canjeo” de la misma por una titulación a través de un proceso de evaluación de la competencia profesional adquirida en la vida laboral de la persona, no se ha desarrollado en exceso pues no encontramos demasiadas convocatorias de estos procesos en las comunidades autónomas, según los datos que nos encontramos en el I Plan Estratégico de la Formación Profesional[9]. Un 48% de la fuerza trabajadora de nuestro país no tiene acreditación profesional de ningún tipo, y es evidente que es un problema que hay que atajar.
Desde el año 2009 se han convocado 266.000 plazas en 231 convocatorias para diferentes unidades de competencia, algo más de veinte mil por año, de forma muy heterogénea por competencias (unas se han convocado varias veces y otras, nunca) y por comunidades autónomas: mientras en Madrid solamente se han hecho 3 convocatorias, en Aragón, por ejemplo, se han hecho 49. Podrían parecer muchos pero recordemos que solamente en 2018 había matriculados más de 800.000 alumnos en FP. Uno de los esfuerzos habría que realizarlo aquí, considerando que los evaluadores son, en muchas ocasiones profesores de formación profesional que se presentan voluntariamente a estas tareas cuando las convoca la comunidad autónoma y se ausentan durante un breve periodo de tiempo de su trabajo para poder acometer esta labor o compatibilizan ambas tareas. Se destinarán algo más de 852 millones de euros a esto en el plan mencionado. Queda abierto, por ahora, el análisis de si se hará, de si habrá estabilidad en el gobierno como para poder estructurar una hoja de ruta clara, concisa y breve que permita hacer eso en poco tiempo.
La flexibilidad es de lo más fácil de acometer, pues se hace a base de legislación y normativa. Sin embargo, plantea también algunas dificultades. Se insiste en que la formación vaya más allá de la modularidad que tiene ahora. En el fondo se propone un sistema en que, al final, uno pueda estructurarse una cualificación profesional por la acumulación de determinados módulos profesionales que debe cursar en alguna de las opciones formativas existentes o por crear. El problema es que la atomización del saber dificulta al alumnado la visión general de la tarea que debe desempeñar y, por tanto, la comprensión del proceso en el que está implicado. Esto lleva a una mucho menor capacidad para adaptarse a cambios contextuales que se le van a exigir desde la realidad productiva, que es la base sobre la que se sustenta el sistema. Una gran aporía. Al final redunda en una disminución de la cualificación profesional real. Por otra parte, utilizando el lenguaje usado en el texto del ministerio, el hecho de que les demos a los alumnos “cápsulas” formativas que puede ir acumulando en virtud de su proceso, permite efectivamente una revisión del modelo de formación permanente del trabajador, pero dificulta el sistema para los que lo hacen desde el principio, como es el caso del alumnado de centros educativos. Consumirán todas las cápsulas seguidas y tendrán lo mismo que ahora, pero se les facilitará el abandono del proceso completo si se le da significatividad a cada pequeño logro que consigan.
La orientación profesional es la que se nos antoja ahora un poco más compleja por lo dicho antes en relación al profesorado y, en el caso de la formación que se hace en los centros educativos, nos topamos con la ausencia de personal que realice esas tareas con los alumnos que van a acceder a la FP o de los que ya están en ella y quieren estructurar una carrera profesional. De hecho, en los centros integrados de FP y en aquellos que, no siendo integrados, solamente imparten ciclos formativos de FP, no hay departamento de orientación, salvo que se imparta FP básica, al menos en la Comunidad de Madrid, y las veces que se ha pedido han contestado que se hagan las tareas de orientación dividiéndolas entre los profesores del centro…
En relación a la digitalización, hemos de hacer un breve apunte. Una de las líneas de intervención que se proponen es incorporar un módulo con estos contenidos a todos los títulos del Catálogo de Formación Profesional. La idea está muy bien, aunque habría que ver en cuáles ya está integrado en los propios contenidos, en cuáles se incorporaría mejor como contenido trasversal a otros módulos como es, en la formación en centros educativos, Empresa e Iniciativa Emprendedora, y, sobre todo, cuántas horas se ampliarían los títulos. Ya vivimos recientemente la incorporación del módulo citado, así como la incorporación de Inglés y otras lenguas europeas a los currículos de FP, pero sin ampliar las horas de formación totales. Si ahora ocupamos espacio con una más, ¿qué espacio va a quedar para incluir los contenidos profesionalizadores específicos? Ya sabemos que hay una cuita de horas que establecen las comunidades autónomas, pero si se hace desde el ministerio debería afectar a los contenidos mínimos, por lo que habría que reformular los títulos. Quizás no se valore suficientemente la variable “tiempo” si lo que queremos es un plan de choque contra la crisis derivada de la del 2008 y de la pandemia.
La innovación también es algo deseable cuando hablamos de formación. Antes se usaba el concepto de excelencia, mientras que ahora se busca más el concepto de talento. Probablemente sea para diferenciar las propuestas de unos y otros, porque en el fondo van al mismo asunto. Sin embargo, la innovación en los sectores productivos no se incluye por el simple hecho de que digamos que incluimos la innovación o de que lo vamos a hacer. Es necesario que la formación previa que tiene el profesorado que imparte los módulos profesionales que deben incluir la innovación incluya esa innovación y de establecer espacios, foros, oportunidades de estar al tanto de las innovaciones que se realizan en cada uno de esos sectores. Incluir un módulo de proyecto (que ya existe) en el que se valore especialmente la innovación pasa por lo que acabamos de comentar. Es una buena idea, pero no puede ser la primera en implementarse. Por otra parte, la red de innovación se contempla como una red entre empresas y centros educativos, pero echamos en falta que esa red incluya centros de investigación públicos, que pueden aportar una gran cantidad de inteligencia en torno a la innovación, o en los centros de referencia estatal, por ejemplo. El conocimiento no está solamente en las empresas.
Todo este movimiento en torno a la FP no es una cuestión única de nuestro país, sino que responde a la Agenda 2030 de la Unión Europea y sus objetivos sobre sostenibilidad, que se ha convertido en un término clave para entender las reformas y la financiación de las mismas que se acometen desde el gobierno en general y desde la cartera de educación en particular. Es evidente que la FP deba asociarse al concepto de empleabilidad, ampliamente utilizado en los documentos presentados por el ministerio y antes citados, pero no a costa de la calidad del empleo y su funcionalidad para permitir a los ciudadanos una adaptación y supervivencia dignas en el entorno.
También se relaciona esta nueva FP con los conceptos de “capital humano” y de “competitividad”. Es normal que, aunque estemos actualmente gobernados por partidos del bloque “progresista”, sigamos dentro de una economía de mercado que cada vez se hace más insoslayable, pero vincular en exceso la formación a la competitividad le restará calidad al aprendizaje para sustituirlo por el “emprendimiento”, otro de los términos fetiche de la nueva FP. Querer salvar la economía a base de creación de microempresas, de autoempleo o de desarrollo de productos que luego son vendidos a otros no se nos antoja la mejor idea posible. Podríamos enumerar aquellos casos en que la producción se ha desplazado a otros países cuando aquí no se ha encontrado el músculo industrial capaz de absorber los inventos e ideas que se han diseñado en el país. Tenemos el ejemplo en el diseñador de bicicletas eléctricas español que ideó un modelo cuando se estaba generalizando su uso en las principales capitales pero se tuvo que llevar su idea a Alemania para que se produjera allí y luego vender sus bicis a otros mercados, como el francés… No nos vale demasiado pensar que el resurgir de la economía española va a venir de la mano de la formación porque nos hace falta un tejido industrial potente junto con centros de investigación y desarrollo en diferentes campos que asuman tanto el “capital humano” que tanto se menciona, como las ideas, invenciones y descubrimientos que pueda idear, inventar y descubrir[10]. No creo que la tasa del 14% de desempleo española –la segunda más alta de Europa solamente superada por Grecia- se vaya a solucionar apostando solamente a mejorar la formación, aunque reconocemos el valor de hacerlo como punto de partida.
El Plan de Modernización de la Formación Profesional plantea además una cuestión de gran calado consistente en la unificación de los dos subsistemas de la FP: la que se hace en los centros educativos y la formación profesional para el empleo. Es cierto que esto evitaría muchas duplicidades en inversión, dificultades en acreditaciones, orientar realmente la formación a su objetivo que es el empleo, racionalizar la inversión… siempre y cuando no se caiga en las dificultades que comentamos a continuación.
El caso concreto de la FP Dual: el “blanqueamiento” de la precarización
La FP Dual se presenta en los diferentes documentos citados al principio como la gran salvadora tanto del modelo de formación, como de la tecnologización y la apertura a nuevas formas de entender la relación entre la formación, la empresa privada y la enseñanza pública. Al menos así se desprende de las declaraciones de la ministra Celaá el mismo 10 de diciembre de 2020[11]. La reunión con los agentes sociales Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General de Trabajadores (UGT) ha ido por este camino, además de la mantenida con las “principales” empresas con sede en España: Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME), la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC), Telefónica, Bankia, Repsol, Iberdrola, Siemens y Airbus[12].
Solamente un 3% de la FP en España sigue esta modalidad, pero se está convirtiendo en la apuesta principal de los diferentes partidos políticos porque logra muchos objetivos con un mínimo de inversión, el sueño de todos los que ostentan algún poder:
- Reduce el número de profesionales de la educación dedicados a la formación porque se reducen drásticamente las horas que los alumnos hacen en el centro educativo aproximadamente a la mitad (no es extrapolable al consumo de horas de profesorado, porque intervienen otros factores como la dedicación de esos mismos profesores también a dar clase en presencial, pero se puede llegar a un porcentaje considerable de ahorro en horas), por lo que ya se ahorran una buena cantidad de inversión en recursos humanos de la educación pública. Un cálculo muy basto nos permite descubrir que, considerando los centros que imparten FP en España y el número de estudiantes matriculados, así como los centros de dual y sus alumnos matriculados, la media de alumnos atendidos en centros de FP es de 190, mientras que la media de los alumnos atendidos en centros de FP dual es de 253. Es evidente que tendríamos que profundizar en estos datos y ver la desviación típica y otros indicadores, pero ya nos marca una tendencia clara[13].
- Responde directamente a las necesidades de las empresas porque permite tener personal medianamente cualificado en la mitad de su proceso formativo para que saque adelante cierto trabajo que sería mucho más caro de tener que hacerlo un personal de la empresa con antigüedad y dejando de hacer otros trabajos esenciales. Además se añade a esto el hecho de que, aunque las recientes reformas por las cuales los alumnos en prácticas duales cotizan a la Seguridad Social y reciben un “salario” por parte de la empresa, esto compensa ampliamente la aportación del alumno en prácticas.
- Permite al tejido empresarial formar a los alumnos en sus propios procesos y protocolos productivos, muchas veces no generalizables de unas empresas a otras. En modelos no duales, las empresas no deciden el contenido del programa formativo que realiza el alumnado, simplemente forman su consentimiento. En dual, sin embargo, su peso a la hora de estructurar y decidir es mucho mayor, aunque sea en colaboración con el centro educativo. Ya sabemos que es verdad que la FP debe responder precisamente a las necesidades formativas de las empresas, y estamos de acuerdo en ello, porque si no el modelo productivo no pueden mantenerse, pero no a costa de la formación de futuros profesionales que luego pueden ver dificultada su contratación en otros ámbitos empresariales porque les falta una visión general del trabajo en el sector productivo. Por otra parte, las empresas que pueden permitirse el desembolso de pagar seguros sociales, salvo que estén bonificados, y en cualquier caso, el salario del alumno, no van a ser las pequeñas empresas, que se niegan en muchas ocasiones a tener alumnos de FP Dual, sino las grandes empresas que pueden invertir para obtener un beneficio. Así se priorizan las políticas para la cúspide productiva y no para su base, mientras nos apenamos públicamente de las dificultades de los pequeños negocios para capear situaciones sobrevenidas, como las crisis económicas derivadas de la deshonrosa gestión del dinero, el ahorro y la inversión, o de pandemias, como hemos sufrido en los últimos años.
Una de las consecuencias de este proceso es la precarización del trabajo, al ser una parte del mismo desarrollado por personas en formación que cobran menos por dedicar una jornada laboral prácticamente igual a la de sus compañeros ya formados.
Hay un pequeño detalle más en relación al modelo de FP Dual. Cuando se lanzó, se hicieron muchas referencias a que era el modelo ideal de formación dados los resultados de países como Alemania que lo practicaba desde hace lustros. Sin embargo, algunas de las características de los modelos de FP Dual de otros países no se importan, como la consideración social del profesorado avalada por la consideración salarial del profesor o del propio aprendiz.
Los problemas didácticos y metodológicos
El hecho de que el tejido empresarial tenga tanto peso a la hora de estructurar las prácticas del alumnado hace que estas se vuelvan mucho más heterogéneas al ser las horas de formación en centro educativo una cifra menor, y por tanto, menor el ámbito de homogeneidad, que debería ser un objetivo en la formación. Bien es verdad que el Plan de Modernización de la Formación Profesional contempla entre sus medidas dar pasos para hacer homogéneos los currículos de las diferentes formaciones que se imparten en este ámbito, a saber, la que se hace en centro educativos (formación reglada) y la que se hace en el ámbito empresarial (formación permanente) y en la formación para el empleo, pero no insisten en la coordinación interna entre los diferentes modelos dentro de la propia formación reglada al dar cabida a las empresas. La experiencia nos dice que se pueden dar muchas visiones diferentes de un mismo proceso productivo desde una misma línea de un currículo aprobado por una comunidad autónoma.
Por otra parte, tenemos el problema de la falta de formación a la hora de ir a los centros a practicar. Si el alumnado no tiene aún los rudimentos teóricos adquiridos, ¿cómo va a entender los procesos prácticos? El último anuncio que hemos visto en televisión sobre la formación profesional dice “a trabajar se aprende trabajando”. Esto es un mantra tan falso como el “si quieres, puedes”. Son aforismos tan reduccionistas pero a la vez con tantas connotaciones no explicadas que acaban haciendo un gran daño a los que los asumen como verdades. A trabajar se aprende trabajando dependiendo de en qué sector, con qué técnicas, con qué conocimientos tecnológicos previos, con qué conocimientos previos, etc. Ninguna profesión se me antoja que pueda aprenderse practicándola en el ámbito productivo o social en que nos encontramos hoy en día sin haber pasado previamente por un proceso de aprendizaje teórico sólido. Ese mantra quizás sea válido para los oficios de otros momentos históricos, como tonelero, zapatero, carpintero, pintor…, cuando, a falta de un modelo formativo reglado, los artesanos aceptaban aprendices para enseñarles el oficio a cambio de que les ayudaran con las diferentes tareas de producción y venta de sus servicios o bienes. En esos momentos históricos, el proceso de aprendizaje era verdaderamente largo, pues a un aprendiz le costaba media vida aprender todo lo que su maestro había aprendido a su vez de la experiencia en una vida entera. ¿Realmente este modelo es el que podemos mantener hoy en día?
Algunos pueden tildar esto de demagógico diciendo que los alumnos de FP dual hacen una parte formativa en el centro educativo y que eso les vale para el aprendizaje del resto en la empresa. Sin embargo es claramente insuficiente con el modelo modular actual porque se aborda la participación en la empresa muy desde el principio y con unos controles poco fiables por algo que hemos comentado anteriormente: si los profesores de FP son menos porque en dual hacen falta menos, ¿quiénes y cómo van a hacer un seguimiento y control adecuado de las prácticas formativas de esos alumnos en dual en las empresas? La normativa de la propia FP dual[14] habla de los tutores de empresa, pero no se especifican criterios de selección para dicha figura, y sin embargo deben evaluar el progreso de contenidos curriculares que se recogen en el programa formativo acordado entre la empresa y el centro educativo. La mitad del currículo o más se imparte en la empresa bajo esta supervisión, y nadie valora o valida la capacidad del formador en la empresa.
Además hay una realidad inquietante: cuando los títulos y los currículos de formación profesional presencial que se desarrollan en el sistema educativo se tuvieron que adaptar, porque muchos estaban diseñados bajo el auspicio de la LOGSE, para pasar a ser considerados titulaciones LOE, se redujeron drásticamente los tiempos de la Formación en Centros de Trabajo (FCT o periodo de prácticas en las empresas). En muchas titulaciones dicha reducción fue la mitad, en otras incluso más. Si tomamos el caso del Ciclo Formativo de Grado Superior de Integración Social se pasó de 720 horas de FCT durante un curso académico a 370 en un solo trimestre. En dual siempre serán como mínimo la mitad de las horas totales del título, al menos en la Comunidad de Madrid. Hay una gran descompensación entre las oportunidades de incluir la parte práctica en la formación entre unos alumnos y otros, además de existir también una diferencia en la formación teórica porque las horas teóricas de dual no se corresponden con las de presencial por ser drásticamente inferiores.
A modo de cierre
Es evidente que no todo lo que se plantea en los planes del gobierno es objeto de crítica. Se plantean opciones interesantes como la plataforma FPCONECTA para favorecer el contacto entre empresas, centros formativos, etc., o los planes para convertir las aulas de formación de FP de los centros educativos en espacios donde se pueda simular mejor una determinada competencia profesional, o la colaboración entre empresas y centros en la formación del profesorado con estancias formativas. Ya sabemos que las cosas no son blancas o negras, pero hemos de poner el acento en los grises que menos ayudan, bajo nuestro punto de vista, al proceso general.
Si tomamos los datos presentados por el Centro Europeo para del Desarrollo de la Formación Profesional (CEDEFOP), es evidente que hay que “ensanchar” el número de personas con una acreditación profesional intermedia, en detrimento de los que no tienen ninguna pues se prevé que los nichos de trabajo para estos últimos no serán más del 17% según las estimaciones del gobierno. Y para esto se han desarrollado los diferentes planes que hemos comentado someramente aquí. Siempre hemos aceptado que la FP responde a las necesidades del mundo empresarial que es tanto como decir que responde a las necesidades del mercado, pero si lo uno no tiene freno, lo otro se estrella. En cualquier caso, el problema se nos antoja más complejo que apostar todo a la formación como si fuera el bálsamo de Fierabrás y nos curara de todos nuestros errores. Mejorar la formación es un objetivo loable y necesario, pero, por usar los términos del gobierno, no puede ser la única “palanca” para el desarrollo económico, la sostenibilidad y la recuperación económica tras las crisis si no se aborda una apuesta clara por apoyar el crecimiento de un sector industrial potente, fomentar la apuesta pública por la investigación básica y aplicada más allá de lo anecdótico y ampliar los horizontes empresariales más allá del ladrillo y el sector servicios.
[1] http://www.educacionyfp.gob.es/dam/jcr:1bc3728e-d71f-4a8e-bb99-846996d8a2f2/i-plan-estrat-gico-de-formaci-n-profesional-del-sistema.pdf
[2] https://www.todofp.es/dam/jcr:5d43ab06-7cdf-4db6-a95c-b97b4a0e1b74/220720-plan-modernizacion-fp.pdf
[3] Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación. (https://www.boe.es/boe/dias/2020/12/30/pdfs/BOE-A-2020-17264.pdf)
[4] https://www.lamoncloa.gob.es/serviciosdeprensa/notasprensa/educacion/Paginas/2020/171220-celaa_ley_fp.aspx
[5] https://www.lamoncloa.gob.es/serviciosdeprensa/notasprensa/educacion/Paginas/index.aspx
[6] Damos aquí la referencia a la legislación consolidada, es decir, aquella en la que se reflejan los cambios que han afectado a la ley con posterioridad al 2002: https://www.boe.es/buscar/pdf/2002/BOE-A-2002-12018-consolidado.pdf
[7] Blas Aritio, F. (2007) Competencias profesionales en la Formación Profesional. Madrid, Alianza.
Cerrón Jorge, L. A. (2008) La “mercantilización profesional”: la Formación Profesional virtualizada. Rescoldos, 19, pp. 36 – 44.
[8] Cerrón Jorge, L. A. (2010) El papel del mercado en la construcción de los modelos de Formación Profesional: la mercantilización del sistema. REIFOP, 13 (2) pp. 54 – 63.
[9] https://www.todofp.es/dam/jcr:163978c0-a214-471e-868d-82862b5a3aa3/plan-estrategico–enero-2020.pdf
[10] Según estimaciones del Eurostat, en 2018 el porcentaje de grandes empresas en Reino Unido era de 3 veces más que en España y en Alemania, 4 veces más.
[11] https://www.lamoncloa.gob.es/serviciosdeprensa/notasprensa/educacion/Paginas/2020/101220-celaa_fpdual.aspx
[12] https://www.lamoncloa.gob.es/serviciosdeprensa/notasprensa/educacion/Paginas/2020/031220-fpdual.aspx
[13] Datos obtenidos del Registro Estatal de Centros Docentes no Universitarios, https://www.educacion.gob.es/centros/selectaut.do;jsessionid=4A35CE72B3CC5F1BF6910623A80674EA
[14] Real Decreto 1529/2012, de 8 de noviembre, por el que se desarrolla el contrato para la formación y el aprendizaje y se establecen las bases de la formación profesional dual
Rescoldos. Revista de Diálogo Social. 2021 (42).