¿Vuelta a la normalidad en la escuela tras COVID-19? NO, gracias
Encarna Rosillo Gabaldón *
MCEP-Madrid
Desde la natural lejanía que confiere el hecho de la jubilación como docente, analizo este momento de la pandemia del COVID19 con sentimientos contradictorios: desde el alivio por no tener que enredarme en la educación on-line, la solidaridad infinita con la gente que lo está viviendo en situaciones difíciles y una perplejidad grande por lo que nos llega de este “experimento”.
Experiencias geniales, que están muy por encima de lo esperado en algunos casos (en colegios como el “Ángel González”, de Leganés, el “Núñez de Arenas” o el “Palomeras Bajas”, ambos de Madrid), se juntan con otras bastante mediocres. Cuando estos días nuestras compañeras del MCEP (Movimiento Cooperativo de Escuela Popular) nos contaban cómo han lidiado con este reto actual y cuáles han sido las prioridades a las que han dedicado sus esfuerzos, he podido conocer propuestas creativas, flexibles, funcionales e inteligentes.
Hablan de reuniones con las organizaciones de padres y madres para cubrir las necesidades alimenticias y de material escolar o informático de aquellas más necesitadas y vulnerables. De contactos diarios con las familias por teléfono, videoconferencias en grupos reducidos y/o individuales con sus alumnos y alumnas.
He conocido vídeos colgados en el Padlet* junto a los planes de trabajo de ahora, ese tipo de trabajo, (semanal o quincenal), que ya se hacía en la clase, sin libros de texto. Planes de trabajo inter-conexionados, para entender el mundo, para aprender descubriendo. Los talleres de los viernes, las asambleas de aula para tomar decisiones… Un aprendizaje de vida, de conocimiento de los demás y de comunicación a pesar de la distancia.
No se terminan de acostumbrar a esas nuevas formas para interpretar por la pantalla del ordenador si un niño está triste, enfadado o cansado, teniendo que saber por el tono de voz lo que no se atreven a decir al grupo; cómo acariciar o animar sin manos, sin esos gestos que tanto curan en los momentos de zozobra. La escuela sin cuerpo, sin piel, sin olores, sin tiempos, sin silencios cómplices.
Nos cuentan de jornadas extenuantes de las maestras y maestros empeñados en que ninguna de sus criaturas se descuelgue; a cualquier hora, porque los ordenadores o móviles de las casas hay que compartirlos. Han tenido que aumentar las reuniones de equipo, de comisiones de trabajo, de ciclo, de coordinación pedagógica y de claustro. Se han visto con la necesidad de echar mano de los acuerdos alcanzados meses atrás sobre deberes de casa, de coordinación de proyectos, rescatar festividades colectivas y vivirlas de un nuevo modo, sabiendo que contribuyen a la cohesión y al ánimo.
Estos colegios han trasladado su metodología a la nueva situación, no la inventan ahora; la tecnología solo es una herramienta que lo hace posible en alguna medida -solo en alguna-, y no es otra cosa que el espejo y la prolongación del día a día de sus escuelas.
Y mientras me admiro de todo ello, constato que son una excepción en el panorama educativo, que siguen existiendo “las otras escuelas”, los otros centros, casposos, mediocres, que siguen haciendo fichas al peso, cuentas sin sentido, ortografía, copias y lecturas descontextualizadas. Esa metodología que no ha cambiado en siglos y que parece revestirse ahora de modernidad en el soporte de un ordenador. Las video-llamadas son unidireccionales -como casi todo-, y en ellas, la profesora o profesor explica las actividades y lecturas que tienen que hacer del inacabable libro de texto. Fotocopias que las familias han de imprimir a color, escanear y enviar, sea cual sea su situación. Vídeos que dejan este tufo decimonónico a pesar de su formato de alta gama.
Si hay comunicación con las familias es para recordarles la entrega de tareas a su tiempo para que luego venga un examen on-line. Niños y niñas, saturados como lo estaban en el aula, pero ahora con un plus añadido de dificultad y de estrés. La escuela que presiona, la escuela que desconecta de la realidad, que ignora los sentimientos colectivos, los cuidados y la diversidad.
La tecnología está dejando al desnudo, ahora más que nunca, este tipo de metodología, mostrando un sistema de aprendizaje sin sentido, donde los chavales y chavalas son tomados como recipientes vacíos, sin vida propia digna de tener en cuenta.
Muchas familias ahora lo están viendo, la escuela del día a día de sus hijos e hijas es ésta, la que era y la que sigue siendo. Si este tipo de escuela se aguanta día a día es por el colchón emocional que supone el contacto con los iguales, los juegos en el patio, las interrelaciones afectivas, los momentos compartidos en un baile, una salida, etc.
Es una pena pensar que si en este confinamiento, en los hogares, existen momentos felices, de empatía, de conexión o de comunicación afectiva, éstos no están vinculados ni con la escuela ni con lo que representa.
Considero que ésta es una oportunidad desaprovechada para aprender muchas cosas en estos momentos. Aprender de la convivencia intergeneracional, (el placer de la compañía familiar, de resolver conflictos en casa, de aprender a cuidarse y cuidarnos en compañía de otros, de ganar en empatía entre hermanos…); de avanzar en el reparto de tareas domésticas y de bricolaje sea cual sea el sexo; de la adquisición de hábitos saludables (alimentación, sueño, ejercicio); del conocimiento de los empleos imprescindibles para nuestra sociedad; de analizar noticias de la prensa; de conocer redes de solidaridad ciudadana, ecología y consumo… Objetivos que son educativos ahora y siempre en la escuela y que en este momento pueden tomar una dimensión increíble y ser una oportunidad para que nuestro alumnado comprenda el mundo y aprenda de su entorno, de este entorno de confinamiento, ¿por qué no?
Solo avanzaremos si generalizamos una nueva manera de entender la educación, comprendiendo las teorías del aprendizaje desde una nueva mirada y aplicando otras metodologías que cambien el trabajo en el aula y la labor docente. Una sociedad no puede tener futuro con una escuela pasiva, que se sitúa de espaldas a la realidad. Tenemos un enorme reto por delante ahora mismo, necesitamos transformarnos y transformar esta escuela para que la “nueva normalidad” no sea volver a ella.
*Padlet: herramienta de la web 2.0 que permite almacenar y compartir contenido multimedia mediante un muro o tablón digital
* Publicado el 7 mayo 2020 por MCEP de Madrid