La escuela: comunidad de cuidado mutuo, convivencia y aprendizaje

 Julio Rogero

Miembro del Colectivo Escuela Abierta

Sociedad actual y escuela

En la sociedad en que vivimos no solo no es prioritario construir comunidades de todo tipo, sino que se avanza muy deprisa en la dirección contraria. Se destruye lo público de muy diversas maneras, se ocultan y minusvaloran las acciones encaminadas a potenciar procesos de reivindicación de lo que es común y colectivo, se potencia el desprestigio de lo que es de todos a favor de la mercantilización y la privatización de lo común. Todo parece moverse a favor de los valores dominantes: individualismo feroz, competitividad, eliminación de la conciencia cívica, éxito individual… Así el sistema educativo hace suyos esos valores y los reproduce en el proceso educativo (deseducativo) del alumnado.

El sistema educativo y la escuela están regidos por dos lógicas enfrentadas en su seno[1]. Como sucede en la sociedad. Por una parte, tenemos la lógica del poder plasmada en un modelo educativo academicista, instruccionista y al servicio de la competitividad económica. Es el modelo dominante y mayoritario, siempre acompañado de las actualizaciones que las diversas reformas institucionales imponen en cada momento, que suelen responder a los intereses del crecimiento, la competitividad y la productividad del sistema económico capitalista neoliberal. Por otra parte, está la lógica de los intereses colectivos que se pueden reflejar en un modelo educativo holístico ético-crítico, que defiende la centralidad de las necesidades de la infancia y la adolescencia, promoviendo su desarrollo integral y haciendo posible que cada persona pueda ser sujeto de su vida en interacción cooperativa con los demás. Este modelo es minoritario, pero también está presente en ese sincretismo caótico que es hoy la escuela.

Cuando hablamos de ese modelo educativo se es consciente de que convive, en parte, en la realidad de la escuela mezclado con el modelo academicista. Las reformas educativas los mezclan de forma consciente en algunos de sus aspectos para que se dé una imagen de apertura y adaptación a los tiempos actuales. Pero en ellas se apoya, no lo que interesa a la educación, sino lo que interesa a la economía proponiendo los rasgos dominantes que responden a lo que el capitalismo neoliberal quiere de la escuela y la educación hoy. Por ello cada uno de los modelos presentes en la vida escolar, como campo de contradicción de esas dos lógicas enfrentadas, propone también modelos de centro educativo muy diferentes según cada modelo. Podríamos detenernos a analizar alguno de ellos en diferentes escuelas que han optado por asumir el desafío de desarrollar el modelo, hoy muy minoritario, holístico ético crítico y su correspondencia en la organización de la comunidad escolar. También lo podríamos hacer con muchos de los centros que hoy se muestran absolutamente seguidores de lo que la actual legislación impone, que no es otro que el modelo academicista y competitivo, autoritario y centralizado en su organización de la comunidad educativa.

En este artículo voy a centrarme en la propuesta de desarrollo de un modelo de centro y una comunidad educativa lo más coherente posible con el paradigma holístico ético-crítico que muchos defendemos en el movimiento social de transformación de la educación. Es un modelo coherente con el modelo de escuela pública que ya muchas comunidades educativas de diferentes centros públicos están promoviendo desde hace mucho tiempo, con todo lo que significa de trabajo en un sistema educativo hostil a dicha propuesta. Sencillamente porque el poder establecido por el sistema económico capitalista neoliberal tiene una voluntad explícita de destruirlo ya que esos centros se oponen frontalmente a sus intereses. Se parte de la conciencia clara y precisa de que la educación es, en manos del poder, un acto político, un arma de incalculables consecuencias destructivas cuando se propone la manipulación, el control y la esclavitud del ser humano. También sabemos que es un acto político de incalculables esperanzas de emancipación humana cuando se opta por la libertad, la justicia, la cooperación, la defensa y reconstrucción de lo común, la dignidad humana y la construcción del ser humano como sujeto de su vida y de su historia. Por eso la educación, además de un acto de amor, siempre es un acto político.[2]

Siempre me ha parecido, y hoy me sigue pareciendo, que es importante tener en cuenta, cuando hablamos de educación, contemplar alguno de los rasgos que caracterizan nuestra sociedad. Sencillamente porque el sistema educativo se encuentra bien inserto en nuestra realidad, aunque con demasiada frecuencia lo vivimos como si estuviera al margen del acontecer de la vida. Es la confirmación de la condena, desde el poder, de la educación a la neutralidad para que no se implique en los problemas de los seres humanos hoy y el propio poder tenga la exclusiva de las decisiones sobre la educación de los ciudadanos. El poder busca un efecto desmovilizador y anestesiante ridiculizando “nuestra capacidad de educarnos a nosotros mismos para construir, juntos, un mundo más habitable y más justo… Estamos a las puertas de una rendición. La rendición del género humano respecto a la tarea de aprender y autoeducarse para vivir más dignamente” (Marina Garcés, 2018). Esta autora propone Una “nueva ilustración radical” que nos lleve a “afirmar la libertad y la dignidad de la experiencia humana en su capacidad para aprender de sí misma”. Este es el camino que hoy necesitamos también en la educación y en la escuela pública para hacerla cada vez más pública. El gran desafío de la educación hoy es la necesaria toma de conciencia de que, en un mundo que ha quebrado las esperanzas de emancipación y anuncia un final apocalíptico para todos, es posible construir espacios de vida que cuestionen radicalmente las profecías del “todo se acaba” y apueste críticamente por la emancipación.

La comunidad educativa en la escuela pública. Su concepción de la educación

En la educación básica coexisten entremezclados dos paradigmas-modelos educativos radicalmente diferentes e incompatibles entre sí. Son antagónicos en sus fines, en su concepción de sociedad y de persona, en sus objetivos, en sus contenidos, en sus metodologías, en sus prácticas pedagógicas, su evaluación y en el papel que juegan los actores del proceso educativo. En la cotidianeidad de la acción educativa nos encontramos ante el dilema ineludible de actuar dentro de uno u otro de estos paradigmas globales de la educación básica. Nosotros optamos claramente por un holismo educativo ético crítico orientado al desarrollo integral y la justicia social; elegimos una práctica política y una práctica educativa al servicio de la democracia y la ciudadanía; decidimos reconocer la primacía de los educandos; primamos, frente al derecho de los padres a elegir, respetar el derecho de sus hijos a su autoeducación como sujetos de derechos; optamos por un currículo globalizador-integrado-transdisciplinar.

Nuestra concepción de educación lleva consigo la convicción de que en ella interviene toda la comunidad y que la sociedad encomienda a sus organizaciones políticas la responsabilidad de que el sistema educativo sea público y dé respuesta a las necesidades educativas de toda la población sin ningún tipo de distinción, exclusión, segregación… tratando a todos desde sus necesidades y desde el más profundo respeto a la singularidad, identidad y dignidad de cada uno.

Está estrechamente relacionada con la realización efectiva y eficaz de la democracia en la escuela pública. “La educación democrática supone la participación activa del conjunto de la comunidad educativa, así como la colaboración de otros agentes del territorio. La participación de la ciudadanía en la toma de decisiones y en el control de la política educativa es un principio democrático imprescindible para mejorar la calidad y la equidad de la educación. A ello contribuirá también el compromiso de los ayuntamientos y otros actores del territorio con sus iniciativas y aportaciones. Por último, la participación democrática debe favorecer la implicación de las familias, del alumnado y del profesorado en la regulación del proyecto educativo.”[3]

La educación integral y emancipadora, ahora aquí denominada “holismo educativo”, tiene como objetivo el pleno desarrollo de todas las potencialidades y capacidades de la personalidad humana y la construcción de una sociedad democrática. Sabemos que hoy es un paradigma minoritario pero emergente.

Estos son algunos de sus rasgos más relevantes:

  • Parten de una concepción de educación que abarca la integralidad del ser humano y hace posible el desarrollo de sus potenciales más allá del conocimiento puramente disciplinar y del profesionalismo.
  • Tiene una visión integrada, inclusiva, interdisciplinar y transdisciplinar del conocimiento humano y del conocimiento científico.
  • Se asienta en el pensamiento dialógico y complejo entendiendo la educación como conversación consigo mismo, con los demás y con la naturaleza.
  • Promueve la autonomía creciente y la autoeducación de los educandos como sujetos activos de su propia realización. Ellos se desarrollan en una comunidad de cuidado mutuo y son los protagonistas del proceso educativo.
  • Garantiza que cada educando se convierta en protagonista de su propio aprendizaje a lo largo de toda su vida.
  • Se compromete con su pleno desarrollo como sujetos conocedores, como sujetos emocionales, ético-críticos, estético-artísticos, ecologistas respetuosos y éticamente responsables y como sujetos profesionales y competentes.
  • Promueve la transformación del sistema social vigente basándose en la defensa y promoción de los derechos humanos, la dignidad de la persona y la profundización de la democracia.
  • Asegura el desarrollo de los tres programas educativos del artículo 27.2 de la Constitución: “El pleno desarrollo de la personalidad humana”, “el respeto a los principios democráticos de convivencia” y “el respeto a los derechos y libertades fundamentales”.
  • Propone la participación activa en un proyecto educativo compartido, de toda la comunidad educativa.
  • Todos son protagonistas del proceso educativo: participación, aprendizaje, convivencia.
  • Participación real en la gestión del centro
  • Participación en la vida del aula y del centro.
  • Proyección y apertura de la comunidad educativa en el entorno a través del un aprendizaje comprometido con la vida y el entorno más cercano.

Desde esta perspectiva integral del proceso educativo recojo la descripción que hace José Domínguez (2016) de la utopía de la educación básica: “La educación básica debe ser una educación única, unitaria, holística, universal, laica, ética, científica, liberadora, democrática, democratizadora, ecologista y gratuita, concebida como un proceso de autoeducación, es decir de autopoiesis (autocreación) único, continuo y progresivo desde el nacimiento hasta los 18 años…” en sus etapas de Educación Infantil, de Educación Primaria y Educación Secundaria que posibilitan la autoeducación a lo largo de toda la vida y a tiempo completo. Las sociedades democráticas actuales tienen la responsabilidad y la obligación de garantizar esa educación a todos los seres humanos a través de los sistemas educativos públicos como los impulsores y realizadores, en el espacio y el tiempo, de esa utopía de la educación básica asentada en el paradigma holístico ético-crítico. La comunidad educativa se construye desde estos principios democráticos en el marco ideal de los procesos educativos descritos. Así el espacio de la escuela pública puede ser uno de esos espacios, si nos lo proponemos, porque ahí es donde es posible construir una comunidad educativa asentada en nuevas formas de ser y vivir una vida digna.

Entendemos la educación como tarea compartida por la comunidad educativa

Desde la convicción de que la educación es una tarea compartida por toda la sociedad es desde donde se propone la participación de toda la comunidad escolar en su función educativa. Por comunidad educativa entendemos a todas las personas que forman parte del centro educativo: alumnado, docentes, familias, personal no docente que forma parte de los diferentes servicios del centro, profesionales que hacen otras tareas de apoyo, el representante municipal en los órganos de gestión del centro, otros miembros de la comunidad del pueblo, barrial, del distrito o de la ciudad que pueden participar de algún otro modo siempre que la escuela esté conectada con su entorno a través de diferentes acciones educativas. Sabemos que la comunidad escolar no es la suma de todos estos sujetos que pueden formar parte de ella. En un sentido muy amplio podemos decir que esos son los actores que constituyen la comunidad escolar. Pero si entramos a analizar en sentido estricto lo que entendemos por comunidad educativa vemos que tiene diferentes características que hacen que sea así:

  • Ese conjunto de actores tiene unos objetivos educativos comunes para todo el centro educativo y para todos los educandos.
  • Tienen un proyecto educativo elaborado, debatido, acordado y consensuado. Ello quiere decir que todos han aportado su visión, sus sueños, su ideal educativo, su opinión y sus propuestas hasta llegar al común acuerdo del proyecto aprobado.
  • Eso no quiere decir que haya diferentes visiones de lo que se propone, quiere decir que cada uno ha aportado la suya y han llegado a construir un proyecto común que intenta ser lo más respetuoso posible con lo acordado por todos.
  • Sobre todo, se entiende que la educación es una tarea compartida por en el espacio y el tiempo escolar. Hoy se proponen programas de educación a tiempo completo en el espacio de la ciudad educadora[4]. También ahí se ha de plantear la función de la comunidad escolar en coordinación con los espacios y tiempo educadores de la ciudad, el barrio o el pueblo.
  • Saben que todos son actores con diferentes papeles y funciones, que la aportación de cada uno siendo diferente es igualmente necesaria.
  • Son conscientes de que todos educan a todos y que todos se educan entre sí.
  • Es también una comunidad de afectos, de relaciones y convivencia positiva, de encuentro en el común objetivo de educar, de confianza, de apoyo, de cuidado mutuo. Las reciprocidades normativas y afectivas son una realidad compartida en la cotidianeidad de la vida del centro educativo.
  • Es una comunidad abierta al entorno y se coordina con las organizaciones sociales para ampliar el tiempo y el espacio educativo.

Cualquier centro educativo no siempre es una comunidad educativa

Parece claro que muchos centros educativos dejan mucho que desear en cuanto a la participación de la comunidad educativa en la vida escolar. Sabemos que los obstáculos a la formación de una comunidad educativa son diversos y provienen de diferentes orígenes.

Desde el propio centro educativo no todos son comunidades educativas, tal como las entendemos aquí, ya que les faltan algunas de las características que consideramos importante en su constitución como tales. Con frecuencia es la falta de conciencia de lo que significa educar y de quién está implicado en ese proceso. Se parte de una concepción en la que los docentes tienen una clara función de instruir y desarrollar el currículo oficial. En ese proceso no tiene que haber interferencias de nadie. Sobran otros profesionales y sobran las familias que han de limitarse a recibir la información del éxito o fracaso de su hijo. No existe un proyecto educativo de centro elaborado y consensuado por todos los que lo forman parte de la comunidad educativa. Otras veces hay una concepción corporativista que considera a alguna de las partes de la comunidad educativa como intrusos a los que no hay que tener en cuenta en la tarea de educar. En otros casos es la concepción instruccionista más academicista la que hace difícil la incorporación de todos a ese proyecto educativo. En definitiva, se trata de obedecer y cumplir fielmente lo establecido por las concepciones más autoritarias. Si hay que admitir la presencia organizada de alguno de los sectores-estamentos de la escuela se aceptará como un mal menor que ha de interferir lo menos posible la dinámica de la enseñanza. Hay un rechazo explícito a la participación en la vida del centro educativo. Además, son muchos los equipos docentes y comunidades cerradas a los cambios y condicionadas por los valores dominantes de competitividad, selección de los mejores, de éxito de unos pocos… Con frecuencia se da un profesorado funcionarizado, conservador, asentado en la cultura de la queja, en la reivindicación corporativa, en las rutinas de siempre y en la monotonía del libro de texto. Hay muchos equipos directivos sin liderazgo pedagógico, condicionados por las imposiciones de la burocracia, el cumplimiento de la ley al pie de la letra y la servidumbre a la administración. Con demasiada frecuencia hay muchas comunidades educativas desoladas por el enfrentamiento, el individualismo o la soledad donde cada uno va por un lado sin un proyecto educativo colectivo. También suelen ser un obstáculo que interfiera en la vida de la comunidad educativa la dinámica de las urgencias cotidianas, la rutina y la burocracia que no deja tiempo para pensar sobre lo que se hace en las aulas y el centro. Y para terminar podemos hablar también de cierto pesimismo y malestar instalado en determinados colectivos docentes que se valoran poco a sí mismos, tienen miedo, desconfían de ellos mismos y de los demás miembros de la comunidad educativa.

Desde la administración cuando no tiene en cuenta las necesidades de los centros y aprovecha determinadas situaciones para enfrentar a los miembros de la comunidad educativa entre sí. Aquí entren todas las políticas educativas que se han opuesto, durante los años de la crisis, a la posibilidad de hacer una escuela pública de la máxima calidad: han derivado recursos a la escuela privada, han prologado recortes en el tiempo que han incidido directamente en el profesorado disminuyendo su número, han aumentado las ratios profesor-alumno llegando a una ilegalidad flagrante, han disminuido las becas de todo tipo y la desigualdad se ha acentuado como nunca. Se ha hecho una política de construcciones escolares por fases muy dañina para la escuela pública, aunque en muchos casos ha servido para que las familias y el profesorado se unieran en la defensa de una escuela pública de calidad y ha favorecido la conciencia de la necesidad de actuar todos a una porque son una comunidad con los mismos intereses: la defensa de una educación para sus hijos y su alumnado. Se da una creciente estandarización de la educación desde las reformas educativas que acentúa la competitividad entre centros y los resultados por encima de todo. Se añade la provisionalidad y precariedad de equipos docentes para hacer imposibles proyectos estables y con continuidad en el seno de la escuela de titularidad pública. Ello provoca una comunidad educativa poco cohesionada, poco dinámica y alejada de la calidad que le exige el hacer efectivo el derecho a la educación.

Las reformas educativas que, con frecuencia, provocan lo contrario de lo que pretenden y se convierten en una justificación para que nada cambie y asentar estructuras escolares cada vez más autoritarias que fragmentan y dividen la comunidad escolar. Con frecuencia se convierten en más reglamentación y   burocracia limitando cada vez más la autonomía, creatividad y deseos de cambio de importantes colectivos docentes. Leyes como la LOMCE limitan gravemente las posibilidades de hacer una comunidad escolar cohesionada en torno a un proyecto educativo compartido, porque limita la participación de los actores dando todo el poder de decisión a la dirección del centro pudiendo prescindir de todos los demás. Se vacía de contenido democrático la escuela pública con un marco legislativo conservador, autoritario, de control, anticientífico, segregador y clasista.

También hay aspectos positivos que favorecen avanzar en los procesos de construir los centros escolares en comunidades educativas y que hemos de tenerlos en cuenta:

Se necesitan unas mínimas condiciones que hagan posibles los procesos de construcción de la comunidad educativa: ratios razonables, profesorado bien formado, formación de toda la comunidad educativa, recursos suficientes, espacios y tiempos adecuados y flexibles, autonomía real de centro, …

Hay centros educativos que se proponen proyectos de educación integral y desarrollo máximo de todas las dimensiones de la persona, basado en la defensa de los derechos humanos, la dignidad humana y los valores del universalismo ético. Se trata de enseñar-aprender a vivir y convivir como personas comprometidas consigo mismo, como ciudadanos activos con la sociedad concreta en que viven y con los problemas de la humanidad hoy.

Son proyectos necesariamente ligados a las dinámicas innovadoras del contexto para hacer que sea efectiva su dimensión ética de compromiso social con la sociedad que les ha tocado vivir: al movimiento social de la transformación educativa formal-no formal-informal, de defensa de la escuela pública, de lo común y lo colectivo, de dinamización cultural, de consolidación de la ciudad educadora y sostenible, de transformación ecosocial, de convivencia pacífica y participación como parte de una ciudadanía activa…

Se proponen tener una dinámica innovadora como una constante dentro de un proyecto educativo colectivo de toda la comunidad educativa, dialogado, reflexionado, consensuado y con voluntad de desarrollarse a lo largo del tiempo, revisado, evaluado y mejorado sistemáticamente. La construcción de la comunidad educativa es un proceso permanente, inacabado y en constante desarrollo.

Esta no se da sin procesos constantes de reflexión personal y colectiva sobre la práctica educativa. Eso solo es posible en un clima de convivencia y relación positiva, de cuidado mutuo, de confianza y de ricas relaciones humanas e interpersonales en el seno de la comunidad educativa entre el alumnado, entre el profesorado, entre las familias y de todos entre sí. Ello no elimina los conflictos, pero se afrontan desde una convivencialidad coherente con el proyecto que se desarrolla.

Darle estabilidad requiere equipos docentes fuertes y estables con una visión y actitud positiva de cambio, dispuestos a promover procesos innovadores constantes para conseguir el desarrollo integral y el éxito educativo de todo el alumnado, en quienes concretan una parte de su compromiso ético y político. Este es uno de los problemas más graves hoy en el seno de la escuela de titularidad pública.

La propuesta que aquí se hace requiere equipos docentes y comunidades educativas abiertas y conectadas en redes de colaboración con otros centros[5], de intercambio de experiencias innovadoras, de diálogo, de formación. Un profesorado dispuesto a aprender y educar-se cada día en relación con los demás, a su renovación interior y al cambio personal y social.

Esos proyectos comunitarios necesitan equipos directivos con capacidad de liderazgo compartido y dinamizadores ineludibles del espíritu transformador del centro educativo como comunidad de convivencia positiva, de aprendizaje y compromiso con los objetivos de la escuela pública para desarrollar la integralidad de cada uno de los miembros de las diferentes comunidades educativas.

La comunidad educativa que queremos

Dice Marina Garcés[6] que hemos de hacer la “vida vivible”: es la gran cuestión de nuestro tiempo… Sencillamente porque la actual mala vida se ha hecho una realidad para gran parte de la humanidad. “La vida vivible es una vida digna. Sus límites son aquellos por los que podemos aún luchar”.  Muchos entendemos y sabemos a ciencia cierta que el espacio y el tiempo escolar, hoy favorecedor de una vida poco digna para muchos, puede ser transformado en un espacio y un tiempo de vida buena para todos los que la habitan durante años.

En ella se concreta la educación como relación. Esa relación con y entre los miembros de la comunidad educativa es el eje central del acto educativo, como acto ético y político. En esa relación nos construimos como personas capaces de realizar formas de ser y de estar en el mundo basadas en el cuidado mutuo, la atención al otro, la concordia, la empatía, el respeto, la cooperación, la conversación, el diálogo. Es todo eso lo que nos educa y nos hace personas. Hemos de hacer que la comunidad escolar sea el lugar de la convivencia positiva en libertad. Donde se aprende a vivir y convivir con los demás en una relación fraterna. La escuela es el lugar de la producción de la pasión por conocer-aprender con los demás. Así proponemos y nos proponemos que la comunidad educativa que queremos construir sea una comunidad de cuidado mutuo, de convivencia positiva y de aprendizaje compartido.

  • Comunidad de cuidado mutuo

 Son muchos los pensadores[7] que nos enseñan que la identidad humana fundamental está básicamente en el cuidado, porque todos “somos cuidado”. Hoy se impone la necesidad de generar la cultura y la ética del cuidado como componentes esenciales de la comunidad de la vida. Somos seres biológicamente amorosos y, si no vivimos de amor y cuidado, nos morimos literalmente. Hemos olvidado nuestra tarea fundamental: que lo importante hoy es cuidar a los demás en la reciprocidad afectiva y normativa que todos necesitamos para cumplir nuestra función en la comunidad de la vida de la que formamos parte. “Cuidarnos es la nueva revolución”[8]

Forma parte de nuestra utopía viable en la sociedad actual. “El cuidado es lo que permite la revolución de la ternura (…), hace que surja un ser humano complejo, sensible, solidario, amable y conectado con todo y con todos en el universo. El cuidado ha dejado su huella en cada partícula, en cada dimensión y en cada recoveco del ser humano”. (L. Boff).

Hoy el cuidado nos sirve de referencia crítica de lo que sucede en la escuela. Vivimos en una escuela que descuida lo esencia y se centra en lo secundario. Necesitamos analizar lo que el sistema educativo cuida hoy con la mayor atención. Observamos que se centra especialmente en la eficacia de los resultados, en el éxito de los mejores, en la consolidación del darwinismo escolar, en las pruebas y exámenes internos y externos como medida de la eficacia de los centros, en la cultura del esfuerzo individual, en el fomento de la competitividad, en la especialización, en el bilingüismo selectivo, en el fomento de la tecnolatría, en la nueva gestión empresarial de los centros educativos y de los recursos para hacer más con menos y en la ocultación de los conflictos.

Por ello necesitamos la comunidad educativa que sabe cuidar lo importante y que se hace posible y real a través de la práctica cotidiana del cuidado mutuo. Esa será la práctica constante de todas las personas que formamos parte de ella como comunidad de cuidado mutuo. En ella los docentes cuidamos al alumnado, nos prestamos atención entre nosotros como equipo docente y cuidamos a las familias para que todos sean coprotagonistas en los procesos educativos. Las familias se cuidan entre sí, a todo el alumnado y al profesorado. El alumnado aprende y practica el respeto a todos y descubre que él no es el centro del cuidado, sino que ha de practicar el cuidado de sus compañeros y compañeras, de sus profesores y profesoras y de sus familiares. En la escuela del cuidado mutuo todos, alumnado, profesorado, familias cuidan también su participación y compromiso con el entorno-contexto (pueblo, barrio, ciudad) como comunidad de vida. Sin entrar en el desarrollo en la práctica de todo dicho hasta ahora, muchos constatamos que esa es la propuesta que hoy se está desarrollando ya en diferentes centros educativos.

  • Comunidad de convivencia positiva

Sabemos que somos seres interdependientes y que nos hacemos humanos con los demás. Creo que también por eso el cuidado mutuo puede ser un potente principio inspirador de un nuevo modelo de convivencia cívica

Según el Manifiesto anteriormente citado “La democracia es una forma de vida que debe impregnar los centros y calar en el alumnado. La educación para la democracia no se logra con la presentación verbal de contenidos y valores, sino que se vive en todas y cada una de las acciones de formación, convivencia, organización y gestión de los centros y de otros espacios educativos. La educación democrática se construye en espacios de convivencia y aprendizaje participativos. Para aprender a actuar democráticamente es necesaria una participación auténtica, en la que sea posible escuchar y ser escuchado en la toma de decisiones sobre los asuntos que afectan a las distintas comunidades de las que formamos parte, ya sea la familia, el aula, la escuela, otras instituciones educativas, o el territorio”. La comunidad escolar será real en la medida que se construya desde la perspectiva de la convivencia positiva y experimente en sí mismo el derecho de todos a la fraternidad, a ser queridos, respetados y valorados en lo que son y quieren ser. Esta perspectiva, considerando lo fundamental de lo que somos y nos constituye como seres humanos, es central en el vivir y convivir en la escuela. Ello significa la descentración del niño y la niña en el proceso educativo para resituarlo en las personas en camino permanente de humanización de todas ellas. Por eso el niño y la niña a la vez que son cuidados y aprenden a ser lo que cada uno es, aprenden a practicar el amor, el respeto y a tener en cuenta a los demás, a sus compañeros y compañeras, a sus maestras y maestros, a sus familiares.

  • Comunidad de aprendizaje compartido

La escuela es el espacio de la educación como relación, como encuentro convivencia y como producción de la pasión por conocer-aprender. Sabemos desde hace mucho que los seres vivos y más los seres humanos somos seres aprendientes desde el principio de nuestras vidas hasta el final. Vivir, conocer, producir y aprender son lo mismo en nosotros, por eso negar el derecho a la educación y la pasión por conocer y aprender es negar la vida digna a muchas personas. Por eso las comunidades educativas son comunidades de aprendizaje compartido, donde se contagia la curiosidad, donde se comparte lo que se sabe y este saber se construye con los demás. Nadie fracasa porque todos y cada uno pueden ser lo que quieren ser, pueden aprender lo que les apasiona y llena sus vidas desde la singularidad de cada uno.

Es posible construir la comunidad educativa en la escuela pública

Hoy sabemos que es posible construir comunidades educativas basadas en el cuidado mutuo, en la convivencia positiva y en el aprendizaje compartido porque hay muchas escuelas que, basadas en un proyecto educativo común, se van consolidando cada día en esta dirección. Esa es la escuela pública y la comunidad educativa que queremos como utopía viable y como lugar de compromiso ético y político con la vida, con los derechos de la infancia y con la dignidad humana.

Donde hay comunidades educativas sólidas y consolidadas se da la fuerza de un proyecto colectivo de escuela pública. Hay muchos centros educativos con proyectos consensuados que se llevan a la práctica a través de metodologías participativas y colaborativas. Avanzan en una democracia participativa que se construye día a día y que reconocen como permanentemente perfeccionable y mejorable. Experimentan diariamente que es posible y que la escuela de titularidad pública puede ser cada vez más pública, más de todos, más para todos y más con todos.

Nunca debemos olvidar que la escuela pública es el lugar de construcción de la comunidad educativa de todos, amorosa, cuidadosa, convivencial y aprendiente.

Bibliografía

  • Boff, L. (2002): El cuidado esencial. Ética de lo humano, compasión por la tierra. Madrid.
  • Boff, L. (2012): El cuidado necesario. Madrid
  • Carbonell, Jaume (2018): Educació es política. Octaedro, Barcelona
  • Carbonell, J. (2001): La aventura de innovar. El cambio en la escuela. Madrid.
  • Garcés, Marina (2017): Nueva Ilustración radical. Anagrama, Barcelona
  • Rogero, Julio (2018): “Escuela pública, democracia y poder” en Allioli, Quaderns de l’ensenyamente del País Valenciá. Nº 269.
  • Sennett, R. (2012): Rituales, placeres y política de cooperación. Anagrama, Barcelona
  • Subirana, M. (2018): El placer de cuidarnos. Transformación de las dificultades en posibilidades. Kairós. Barcelona
  • Uruñuela, P. (2016): Trabajar la convivencia en los centros educativos. Una mirada al bosque de la convivencia. Madrid
  • Vaughan, G. (2107): “La economía del don materno. Una revolución pacífica”. En Iglesia Viva, nº 272, p. 41-62

——————–

Notas:

[1] Ver: J. Rogero: Los dos paradigmas educativos: Instruccionismo versus holismo. En Cuadernos de Pedagogía, nº

[2] Jaume Carbonell, http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2018/04/18/la-educacion-es-politica/

[3] Ver “Manifiesto por una educación democrática en valores”. Revista online Convives, nº 23, p. 115

[4] Ver web de Educacio360.cat

[5] Por ejemplo: la Red de Centros innovadores de la Comunidad de Madrid o la Red de Centros propulsores del Primer Congreso de la Escuela Pública Catalana.

[6] 2018, 14

[7] Entre otros Boff (2002, 2012), Comins (2009), Subirana (2018), Vaughan (2017) …,

[8] Ver: M. Garcés 2018, 25