La Tribu, Caminando Hacia La Pedagogía Libertaria

La Tribu, escuela libertaria

La Tribu somos una escuelita libertaria que nos definimos como Proyecto colectivo de acompañamiento respetuoso. Nuestro espacio se ubica en Madrid, en un ateneo libertario. Este es nuestro segundo año funcionando (sin contar los dos años previos que destinamos a preparar el proyecto). Al escribir estas líneas, en La Tribu hay ocho peques, entre los dos años y medio y los cuatro años y medio (máximo nos gustaría que hubiera diez o doce peques entre los treinta meses y los seis años), acompañadas por dos personas adultas. Tras esta breve contextualización, dividiremos este escrito en tres partes diferenciadas: las peques, las acompañantes y el colectivo adulto. 

Las peques de la tribu

¿Qué hacen las peques en La Tribu? Juegan, comen, juegan y se marchan a sus hogares. Así de simple y así de complejo a su vez. Y todo ello, partiendo de la autorregulación y la conexión con sus deseos y necesidades como guía de su propio desarrollo. Intentaremos explicar qué quiere decir esto de la autorregulación y la conexión:

– En La Tribu nos basamos en el juego libre; es decir, las peques deciden a qué juegan, cómo, dónde, con quién, cuánto tiempo… puesto que creemos que el juego libre, sin interferencias adultas, es el motor del desarrollo social, emocional, psicomotor, cognitivo y comunicativo. Es decir, creemos que a través del juego las peques se desarrollan y aprenden. El juego provoca las experiencias que necesitan las peques para comprender el mundo, las relaciones, sus emociones, propicia el desarrollo psicomotor, cognitivo… y para poder autorregularse, conectar con sus necesidades y deseos, necesitan libertad en el juego, poder tomar decisiones sobre su forma y desarrollo.

– En relación a sus necesidades básicas. No proponemos, obligamos, negociamos, ni sugerimos que coman. Nuestra función es que dispongan de comida saludable y variada en un ambiente regulado, que permita conectar con su apetito. A partir de ahí, es su decisión.

E igualmente, partimos de la autorregulación en la sensación térmica. Es decir, por ejemplo, las peques deciden si quieren o no ponerse el abrigo, para salir al patio. Haga la temperatura que haga. Pero es importante resaltar que consideramos la autorregulación como un principio en el que se basa nuestro proyecto, así como un proceso, estimamos que la autorregulación se va construyendo, no es algo con lo que se nazca plenamente formada.

Y, por tanto, también consideramos el vestido como un momento de cuidado. Si una peque está jugando e interpretamos que tiene frío, para que no interrumpa su juego, nos acercamos con el abrigo y la comunicamos que, si desea, la adulta la pondrá el abrigo. Y respetaremos su decisión.

Nuestra experiencia nos muestra que, las criaturas son las únicas que saben sobre su temperatura corporal.  Si tienen frío, aceptarán la propuesta adulta de vestirse, irán en busca de ropa o volverá al espacio interior. Pero para ello, para que conecte con su necesidad, es necesario que se sienta respetada en sus decisiones, que vivencie ese respeto, que la adulta no interfiera en su sensación térmica, en su vivencia.

E igualmente, las peques tienen libertad para acudir al baño cuando tengan necesidad, sin tener que pedir permiso a la persona adulta acerca de si puede satisfacer o no su necesidad en ese momento.

– En el ámbito emocional nuestra actitud en el acompañamiento se basa en la Escucha Activa. En el no juicio, en la aceptación de su experiencia emocional: sin menospreciarla, desviar su atención o cuestionarla; puesto que no creemos que existan emociones positivas y negativas, sino que todas, todas, son necesarias.

Lo que no se opone a que determinadas acciones (por ejemplo, pegar) encuentren un límite firme para que no se produzcan. Y por ello, un límite puede frenar una manifestación emocional de enfado, pero también de alegría. Un límite puede frenar un golpe hacia una compa, derivado de un enfado; pero también puede frenar una manifestación de alegría, de expansión en un espacio de juego concentrado, donde esa “expansión”, donde esa alegría interrumpa la vivencia, el juego, del resto de compas.

La Escucha Activa, por medio del reflejo, permite a la peque sentir respetada su emoción y conectar con su vivencia, sentirse atendida, sentirse comprendida. Acompañada para que acoja su propia vivencia y la transite, la gestione, en una experiencia en la que la persona adulta aporta la seguridad para poder hacerlo.

Del mismo modo, respetamos el llanto, puesto que lo consideramos sanador, liberador, mecanismo de expresión emocional. Por tanto, ni interrumpimos ni distraemos el llanto. Incluso lo consideramos necesario, puesto que muchas vivencias intensas permiten un ‘cierre’ cuando se produce un llanto de desahogo.

No realizar juicios de valor sobre las emociones y el llanto permite a las peques conectar con su vivencia real, con sus necesidades y deseos, permite no vivir la experiencia desde la vivencia proyectada por la adulta con su juicio de valor adulto condicionado por su mochila vital (juicio realizado racionalmente, sin la carga emocional que está experimentando la peque en ese momento) Juicio adulto que condiciona la vivencia de la peque, condicionado por su mochila vital, cargado seguramente de experiencias no sanadas y por su condición de: sexo, clase social, color de piel, orientación e identidad sexual…

– Los conflictos entre peques, también parten de la autorregulación y son considerados como situaciones de aprendizaje y acompañados desde la Escucha Activa y la mediación.

Las adultas somos acompañantes, no juezas ni policías, que dispongan sobre el Bien y el Mal, sobre víctima y verdugo en los conflictos. Si una peque pega, se limitará esa acción, pero no se hará un juicio de valor sobre ese acto. Lo interpretaremos como que es una peque que tiene un malestar que tiene que ser acompañado, y/o no tiene otras herramientas para relacionarse.

Nuestra labor ante los conflictos es acompañar las vivencias emocionales de las personas implicadas, que puedan expresar y escuchar su vivencia emocional y la de la otra u otras compas.

Las acompañantes de la tribu

– Permanente formación. A través de cursos, observaciones en diferentes proyectos, lecturas, debates, participación en jornadas pedagógicas, terapia como herramienta de autoconocimiento y transformación… más las continuas reuniones entre acompañantes, para a partir de compartir las observaciones y la crítica y autocrítica constructiva y respetuosa, identificar las necesidades individuales y colectivas de las peques. Siendo por tanto la observación, una de nuestras principales herramientas de trabajo.

– La actitud de las acompañantes es uno de los pilares del proyecto. Nuestra actitud ante las vivencias de las peques, ante sus expresiones emocionales, ante sus deseos y necesidades, ante sus conflictos… actitud que ha de ir acompañada de un trabajo personal para no volcar nuestra mochila llena de vivencias adultas (individualistas, competitivas, sexistas…) sobre las peques.

No realizar juicios de valor ante las acciones y las vivencias, no generar expectativas en los aprendizajes y el desarrollo (no atendemos el currículo estatal, sino que acompañamos procesos de vida, acompañamos las necesidades presentes de cada peque y de cada grupo), no realizar comparaciones…

Tomando el anarquismo y los feminismos como nuestra guía, como nuestro horizonte en las formas de relacionarnos con la niñez.

El colectivo adulto de la tribu

En primer lugar, destacar que en nuestro proyecto todo lo relacionado con el ámbito pedagógico es responsabilidad y decisión de las acompañantes y en la parte organizativa, todas las personas adultas (acompañantes y familiares de las peques) nos organizamos de forma asamblearia, a través de comisiones y de la Asamblea mensual que realizamos.

La participación en las comisiones es obligatoria para todas las familias, pero considerando la diversidad a la hora de asumir responsabilidades.

También realizamos una reunión pedagógica al trimestre sobre temas que se consideren necesarios.

Uno de los pilares fundamentales de La Tribu es la diversidad y por ello, la accesibilidad en el acceso al proyecto. Es muy frecuente escuchar que este tipo de proyectos son caros. Habría que diferenciar entre caro y costoso. Es decir, cuotas de trescientos o cuatrocientos euros mensuales suponen, por ejemplo, que las acompañantes tengan unas condiciones laborales mínimamente dignas (la precariedad laboral de las acompañantes en este tipo de proyectos es realmente alarmante); pero es cierto que esas cuotas limitan el acceso para la inmensa mayoría de las familias.

Nuestra propuesta es la de aportaciones libres y responsables. Esto quiere decir que cada familia tiene libertad en decidir qué aportación realiza. Y responsable en un doble sentido: eres responsable de que realmente esa sea la cantidad que puedes aportar y responsable en el sentido de que una vez que pasas a formar parte de La Tribu asumes la responsabilidad de hacer viable económicamente el proyecto. Y, por tanto, es obligatoria la participación en la obtención de ingresos que no procedan de las aportaciones familiares (organizar talleres, fiestas, venta de diversos productos…)

Somos un proyecto que acaba de nacer, pero ya hemos vivido la intensidad de crear un proyecto de estas características. Ya hemos vivido el agotamiento que supone crear un proyecto que se convierte en tu “forma de vida”, ya que es una vivencia con una carga física, psicológica y emocional tan intensa que es difícil desconectar de La Tribu. Tanto para las peques, como para las acompañantes, como para las familias. Momentos difíciles, sobre todo al principio con la cantidad de horas que tuvimos que dedicar en acondicionar el espacio. Momentos intensos por inseguridades de las familias y las acompañantes. Momentos preciosos cuando compruebas cómo La Tribu pasa a ser una parte fundamental en la vida de las peques.

Pero somos conscientes de que acabamos de empezar y no sólo tenemos que adquirir experiencia para atender las necesidades individuales de las peques y las familias, sino que hay retos que no podemos obviar: la diversidad funcional es un gran reto para las escuelas respetuosas, la presencia de peques con diagnóstico, consideramos que es una necesidad urgente si hablamos de la diversidad como uno de nuestros valores; e igualmente ocurre con la diversidad de familias, por poner algún ejemplo, observamos que es muy poco frecuente que la persona o alguna de las personas adultas de la familia no tengan estudios universitarios; es decir, nos encontramos muchos ámbitos en que hay una gran homogeneidad de las familias, y es otro reto que nos planteamos, cómo hacer que todo tipo de familias consideren este tipo de proyectos como la mejor opción para las peques.

Y por dejar constancia de otros de los retos importantes, nos gustaría hablar de la necesidad de organizarnos formalmente proyectos afines, así como de la necesidad de difundir el trabajo que estamos realizando.

En los últimos años está tomando fuerza la educación alternativa. No nos sentimos cómodas con esa etiqueta. Creemos que, es cierto que existen características comunes: metodologías activas, atender las necesidades de las peques, la importancia de experiencias en entornos naturales, la implicación familiar… pero la diversidad de proyectos que engloba esa etiqueta provoca que aglutine proyectos con diferencias irreconciliables. Por citar algunos ejemplos, nos podemos encontrar con proyectos que buscan la accesibilidad en el acceso de las familias y otros proyectos, que buscan una exclusividad, una elitización; nos podemos encontrar con proyectos que buscan una

transformación social y otros, que tienen un enfoque individualista, que se refleja en los valores sobre los que se sostienen: generar en las peques liderazgo, emprendimiento… valores afines a las nuevas formas capitalistas.

Por eso, nosotras no sentimos que proyectos como el nuestro simplemente tengan la característica de practicar una metodología activa o vivencial, sentimos que La Tribu, así como proyectos afines, son herramientas de transformación social, porque no solo ponen en cuestión maneras de acompañar aprendizajes, sino las formas en que nos relacionamos tanto con nosotras mismas como con las demás. A través de proyectos como La Tribu, las personas tratan de construir maneras más horizontales de relacionarse, así como también con el entorno en el que vivimos. Tratamos de construir espacios en los que las peques se sientan realmente seguras y acompañadas, y en los que las adultas pongamos en cuestión nuestra forma de vida.