Cultura de la Infancia
Inma Navarro Vieco
Maestra de Infantil
Para hablar de cultura de la infancia tenemos que hablar de la… “MIRADA”
El acto de Mirar es un acto de valentía ya que “Mirar al otro nos dice cómo está, pero también requiere que nos abramos y nos dejemos ver”. Hendrik Vaneeckhaute.
Dos son las miradas. La primera es la mirada con la que los adultos miramos la infancia y la segunda es la mirada con la que los niños y niñas ven el mundo. Sólo si respetamos a los/as niños/as y los/as aceptamos tal y como son y además, nos atrevemos a ponernos a su altura, a mirar como ellos y ellas ven, podremos hablar de cultura de la infancia. Digo, si nos atrevemos, porque para muchos adultos, cuesta pensar que un niño o niña sea capaz de enseñarnos algo, para muchos, tristemente, son seres “invisibles”. Muchos piensan que la infancia es una etapa de crecimiento, de aprendizaje, de preparación para la vida para ser adulto y estamos equivocados, porque crecer y aprender es durante toda la vida y son, ellos/as, los/as niños/as, los/as que ofrecen las mejores lecciones, muchos pensarán que con su corta edad no tienen casi nada que enseñar y es justamente lo contrario, tienen mucho, porque lo hacen de la manera más pura, no están contaminados. A veces, la experiencia, es un grado y, a veces, es un condicionante. Con ello no quiero decir que los/as niños/as sean capaces de tomar decisiones de gran envergadura, nunca le dejaremos a un niño o niña decidir sobre su salud, está claro que ese tipo de decisiones no le corresponden.
No hace mucho iba en el coche con mi hija de 16 años y mi hijo pequeño de 5. En un comentario de la radio salió el tema de qué harías si te tocara la lotería y mientras mi hija soñaba con cambiarse el móvil e irse a las rebajas sin mirar precios y yo soñaba con poder viajar a lugares lejanos del mundo, mi hijo de 5 años dijo que él le daría todo el dinero a los pobres. La cara de mi hija y mía era todo un poema, acabábamos de presenciar una lección de vida que jamás olvidaré. Y es a eso a lo que me refiero.
Debemos tomar conciencia de que, cuando tienes un niño o una niña delante, tienes la oportunidad de cambiar el mundo, ellos/as son un futuro pero, ¡ojo!, que se nos olvida que también son un presente. No podremos exigir, en un futuro, que un árbol nos de buenos frutos si cuando ha estado creciendo no lo hemos abonado, regado y cuidado con mucho detalle. Por ello, el día de mañana no podemos dejar en manos de los/as que hoy son niños/as, la responsabilidad de cuidar un mundo, si mientras han crecido no les hemos cuidado a ellos/as. Si somos capaces de cambiar nuestra mirada y ver a un niño y a una niña como un tesoro, una oportunidad, un ser que ES y que también será, seremos conscientes de la necesidad de cuidar con mucho mimo cada detalle que le rodea, cada aspecto que forma parte de su vida. A veces sólo queremos que no molesten, que se comporten, que hagan y digan lo que a nosotros nos gusta, lo que nos hace sentir bien a nosotros, pero nos olvidamos que ellos/as ya son ellos/as mismos/as, con sus necesidades y también con su forma de ser y con un criterio. Por ello, es tan importante la toma de conciencia. Si nos paramos a pensar la vida de un/a niño/a está llena de normas y de límites. Algunos de ellos son necesarios pero hay otros, la gran mayoría, que se podrían negociar con ellos/as. Por ejemplo, un/a niño/a se levanta y por la mañana ya hay alguien que ha decidido por él o ella que es lo que va a desayunar, que ropa se va a poner y cuál es el plan para ese día. Pocas veces un niño/a escucha; “¡venga decide!, ¿qué quieres hacer hoy?, ¿qué ropa te quieres poner?”…. A veces hasta vamos a un restaurante y decidimos la comida por ellos/as, nosotros/as como adultos tenemos una carta, con menú de la casa, entrantes, pescados, carnes, arroces… y sin embargo a ellos/as, a los/as niños/as se les pide el primer plato, el segundo y si te descuidad hasta el postre. Y esto es sólo un ejemplo, dejemos que los/as niño/as tomen decisiones, no siempre un/a niño/a puede decidir qué comer, pero de vez en cuando puede decidirlo al igual que lo hacemos nosotros/as.
Este punto que no parece tener importancia, que para algunos/as puede llegar a ser hasta irónico, este punto es, nada más y nada menos que un derecho que queda recogido en el artículo 12 de la Convención sobre los Derechos del niño firmado el 20 de Noviembre de 1989.
“Artículo 12 Los Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño”.
No podemos querer un futuro con adultos críticos, si mientras crecen lo hacen en un mundo donde todo les es impuesto. La cultura para los infantes debe aportarles seguridad, autoestima, pensamiento crítico, valores, y para ello debemos cambiar la mirada, valorar y respetar la infancia.
Es por ello que deberíamos prestar más atención a la INFANCIA, ofrecerles entornos de calidad, cuidar los espacios donde crecen, ofrecerles oportunidades, no caer en el error de que como son niñ@s, todo vale, ¡NO!.
Como dijo Loris Malaguzzi,
“Lo que no se ve, no existe”
Debemos dar visibilidad a la infancia.
Si aceptamos el gran reto de generar una Cultura para la Infancia de calidad, seremos capaces de negarnos a ofrecer cualquier cosa a un niñ@, exigiremos espacios y contenidos con calidad. Exigiremos que su vida sea como un buffet de estrella Michelin, donde todos y cada uno de los ingredientes sea de primera calidad, donde ellos/as elijan, cuidando y mimando cada uno de los detalles que forman parte de su día a día, olvidarnos de tanta televisión y tablets, y dando más importancia al contacto con la naturaleza. Más saltar sobre charcos, pasear bajo las estrellas, hacer cabañas, bañarse en ríos, saborear la sal del mar, buscar bichos, compartir tiempo con ellos/as porque como ya he dicho ellos/as son el futuro pero también son el presente.